Buenos Días; La Ruta de la Seda en China

¡Buenos días! Su magazín de la mañana presenta: "Aprendiendo algo más sobre...". Hola, soy Ángeles Ponce. Yo soy Pablo Pizarro Castro. Nuestro técnico de grabaciones es Eddie Olivo Barro. Hoy vamos a aprender algo más acerca de la Ruta de la Seda en China. Las autoridades chinas ponen buena parte de sus esperanzas en hallar nuevas fuentes masivas de hidrocarburos en la cuenca del río Tarim, en el noroeste del país.

Pero deben darse prisa en explotarla porque de aquí a 20 años el desierto se la habrá tragado. La cuenca del Tarim, en la región autónoma de Sinkiang, es el histórico “Corredor Verde” que permitió el mantenimiento de la Ruta de la Seda que durante mil años enlazó el este chino con Europa y el Oriente Medio. Pero sus dos grandes enemigos, los desiertos de Taklamakan y Kuruk son cada vez más voraces. El Corredor Verde delineado en la época de la dinastía Tanga entre los siglos VII al X de nuestra era se extiende casi 500 kilómetros.

Pero en los últimos 10 años, ha perdido 100 mil hectáreas de bosques, prados y cultivos enterradas por las arenas de dos desiertos que se mueven a una velocidad anual de 15 metros. El desierto de Taklamakan, de 333 mil kilómetros cuadrados de extensión, tiene fama de ser el más desolado del mundo, y el de dunas más móviles. Y cada año avanza 10 metros en el interior de la cuenca del Tarim, mientras que el de Kuruk, de 25 mil kilómetros cuadrados, penetra cada año cinco metros, sentando las bases de un desastre ecológico, y el éxodo de las 100 mil personas de la zona.

Pero no sólo son los desiertos los agentes desertificadores del Corredor Verde, sino también muchos campesinos de la región, que todavía utilizan los cada vez más escasos árboles como leña para uso doméstico, y el abusivo uso de las aguas del Tarim, cuyo caudal en la parte baja de su curso es ahora la tercera parte del que era hace 10 años. China ha gastado ya miles de millones de yuanes en prospecciones de hidrocarburos en el Tarim, cuyas reservas se consideran las mayores del país, y para evitar que esos esfuerzos y capitales queden bajo las arenas del desierto, desde 1991, lanzó un proyecto de control de la desertización de la zona.

El proyecto prevé desviar anualmente 300 millones de metros cúbicos de las aguas del Río Kuoch con la construcción de un largo canal de trasvase y tratar de fijar las movedizas dunas del desierto plantando a la manera de las landas francesas, arbustos y árboles resistentes a la sequedad del desierto. Para fijar las dunas del Kuruk serán necesarios 130 kilómetros de esa zona de protección forestal, y para el Taklamakan, 400 kilómetros, aprovechando el trazado de la única amplia carretera de la zona que, en caso contrario, también será comida por las arenas. Científicos de la Academia de Ciencias China han sugerido también que se tomen drásticas medidas para impedir la tala de árboles o la utilización de arbustos como combustible, y controlar estrictamente el consumo de aguas del Tarim en las partes alta y

media de su cauce, lo que liberaría otros 300 millones de metros cúbicos anuales de agua para el salvamento del Corredor Verde. Corresponderá a las autoridades facilitar a los lugareños un nuevo tipo de energía ––solar, eólica, o el tan socorrido carbón–– para evitar que al cocinar o calentarse los habitantes del Tarim se coman, a la vez, su futuro. El Sinkiang, la zona de mayor población musulmana de China, sufre un agudo proceso de desertización al que contribuye geológicamente la expansión de la vecina meseta del Tibet, empujada por la presión que el subcontinente indio realiza sobre los contrafuertes del Himalaya, la única gran cordillera del mundo cuya altura continúa creciendo.

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